¿Embajadores o diplomáticos?


Desde los comienzos de la cristiandad ha existido el grave peligro de “caer” en las manos de gente inescrupulosa que solamente persigue su propio beneficio y se aprovechan de los incautos que les “compran” su engaño. Es claro que no muy lejos de los acontecimientos relatados en los evangelios referidos con la aprehensión, el enjuiciamiento, la cruel tortura, la sentencia a pena de muerte, el martirio de la crucifixión, la muerte y posterior resurrección de Jesús; vino el perenne encargo suyo antes de ascender a los cielos con la firmeza de un mandamiento de “… ir y hacer discípulos entre las naciones” – (Mateo 28:19-20).

Dadas las condiciones en medio de un mundo convulsionado por la opresión, la injusticia social, el dolor, las enfermedades, la corrupción, el absoluto descrédito de los encargados de administrar justicia y velar por el bienestar de los pueblos, la decadencia moral, la pérdida de apego por la vida entre los niños y jóvenes, el irrespeto y poca valía que se da al derecho a vivir desde el mismo vientre, la ofensiva tendencia a “refundar” los valores luchando contra la idea de un Dios absoluto, Justo, Único y Verdadero y por supuesto, la exacerbada pero  “efectiva” motivación de buscar ser prospero (en el único ámbito de posesiones y riquezas) a toda costa sin importar por encima de qué o de quiénes se deba pasar; presentan un panorama más que favorable para que aquel encargo hecho por Jesús a nosotros en la persona de ese puñado de hombres que le vieron partir (Hechos 1:11) para ocupar su lugar a la Diestra del Padre sea presentado como la solución a una humanidad que está al límite de su auto destrucción.

Tristemente, dicho panorama al contrario ha sido distorsionado por causa de algunos “mercaderes” del evangelio que solamente han venido haciendo eco y replicando las malas experiencias que desde los mismos orígenes del cristianismo, los hombres escogidos por Dios para que fuesen los transmisores del mensaje dado a través de la inspiración del Espíritu Santo enviado por Jesús (Juan 16:13-15) advirtieron que llegarían (Hechos 20:29).

Entonces, ¿qué debe hacer la iglesia y los llamados a proclamar el mensaje de salvación según la encomienda de Jesús?

Pareciera que ante la seriedad de la tarea y el creciente desprestigio de una iglesia que después de 500 años de la Reforma de Lutero no hace mayores esfuerzos por permanecer fiel a sus orígenes y al movimiento que la ubico en el contexto de la transformación de un mundo siempre agresivo y despiadado, que para nada se mide en argumentos y campañas para exponer los errores y debilidades de aquellos que vienen en busca de los bienes materiales y no en busca de las personas para presentarles La Verdad; el evangelio de Jesús.

Es cada vez más evidente que la población cristiana en el mundo supera los 2.300 millones de personas. De los que se estima que más de 1.000 millones se encuentran en congregaciones de origen Reformado, según lo publica la revista Selecciones en su número del 24 de noviembre de 2016. Es válido entonces preguntarnos si los cristianos estamos ejerciendo nuestro papel de embajadores de Cristo (2 Corintios 5:20) que dejamos ver de dónde proviene nuestra ciudadanía o simplemente posamos de diplomáticos que a nadie contradicen y a nadie incomodan.
En medio de todas las circunstancias y consideraciones al respecto, este material solo busca llamar la atención de todos los que hemos oído el dulce susurro de La Voz de Dios, en medio del bullicio ensordecedor de un mundo antropófago que jamás se sacia y que idea a diario métodos para devorar al ser humano del cual solamente se suple en su morbosa ansia de carne que siempre encuentra enredada en las trampas escondidas en los más insospechados parajes de la vida diaria del ser humano.

Es tiempo de sonar la trompeta del vigía de la torre para alertar e identificar tanto a los lobos rapaces con pieles de ovejas que vienen a devorar el rebaño, como para despertar a un pueblo que adormecido por la cizaña que ha consumido durante tanto tiempo pensando que es buen trigo, descuido y dejó oxidar la armadura que le protegía, así como  la dotación del armamento dado por Dios para ir a la batalla que él mismo se encargó de ganar para nosotros en la cruz del Calvario.

Trataremos aspectos relacionados con el servicio, el llamamiento al Ministerio, las malas prácticas eclesiales, la manipulación al interior de las congregaciones, el error de acoger modelos corporativos en la iglesia de Jesucristo; etcétera. Necesitado y convencido de la guía y respaldo del Santo Espíritu de Dios, buscaremos hablar directamente al corazón de un pueblo que no es ajeno al lenguaje en el que se le habla. ¡Esa es la tarea! – (Ezequiel 2:1-10)


Por Henry Cruz para Revolution Time Ministries.